Ninguna agresión sin respuesta. Organizar la rabia, por Ludditas Sexxxuales

A Pepa Gaitán
a Daniel Zamudio
y a todas las tortas, maricas, marimachos, travas, trans y putos
víctimas del heterofascismo

Love to Hate You

And the lovers that you sent for me
didn’t come with any satisfaction guarantee
so I return them to the sender
and the note attached will read
how I love to hate you

(Erasure. “Love to Hate You”)

El mundo les pertenece a los heteros y alardean esa libertad en nuestras caras. ¿Por qué tienen que venir a nuestros cumpleaños, nuestras fiestas, nuestros rituales, nuestras marchas, nuestras ceremonias? No queremos tolerarlos, ni deseamos su asquerosa dádiva gay-friendly llamada “apoyo”, “integración”, “respeto”, “diversidad”…

No queremos sus leyes anti-discriminación.

El mundo les pertenece a los heteros, y estamos en guerra contra su régimen. Se acabó el buen rollo, el diálogo y la buena onda.

El mundo les pertenece a los heteros y no lo cederán voluntariamente. Habremos de tomarlo por la fuerza. Habremos de forzarles el culo para que lo hagan y lo abran.

Comprende, es bueno que los heteros y sus amigos nos teman.

No nos cansaremos de decirlo: los heteros son nuestros enemigos. Que el matrimonio igualitario, las leyes de unión civil e identidad de género, y todas esas limosnas de aceptación trivial no te convenzan de lo contrario. Con estas migajas heteronormales que nos arrojan a la cara intentan disciplinar nuestra desobediencia, intentan docilizar y conyugalizar nuestros anos, y volverlos monógamos, aceptables, desafectados, ausentes, bienpensantes y progresistas. ¿Hetero-anos o anos de fuego?

Todas las conchas, pijas, culos, dildos, tetas, clítoris, puños, pieles son un mundo de placer que espera que lo exploremos.

Lesbianas-maricas-estupendas, un ejército de anos no puede perder.

Metete en el culo todo lo que en él quepa. Y para afuera, en sus caras de heterosexuales consternados: mierda y pedos.

Una carcajada negra que suena diabólica y alegre brota de nuestros culos promiscuos.

Odiamos a los heteros que se aparecen en nuestras fiestas prepotentemente con su capa protectora de monogamia, buenos deseos, pacifismo, tolerancia, integración y asquerosa heterosexualidad.

No hay diálogo con el régimen déspota. No hay diálogo posible con los heteros porque no hablaremos en sus mismos términos. Si quieren conversar con nosotras, tendrán que abrir sus putos culos.

Odiamos a los heteros porque creen que sus historias y su sexualidad, sus formas-de-vida son universales, y que las nuestras son una desviación a ser corregida, o bien una alternativa a ser tolerada y aceptada.

No hemos olvidado ni una sola de las veces que nos atormentaron siendo niñitas mariconas o adolescentes marimachas. Ahora hemos crecido e iremos a buscarlos a sus casas de ser necesario. Hemos hecho de cada vez que algún hetero-niñito nos humilló un escudo empoderante para partirles la mandíbula de un golpe.

No hemos olvidado ni una sola de nuestras maricaslesbianas muertas por su régimen heterosexual. Ni las suicidadas ni las asesinadas. Todas nosotras somos ellas, envalentonadas contra su régimen de odio, que no tiene más sotén que la fuerza.

La heterosexualidad, un arma que el mundo empuña contra nosotras penetrándonos sin que nos guste. Todas nuestras asesinadas y suicidadas no nos permiten olvidar esta violencia.

Nos piden que no llamemos demasiado la atención, nos llaman al orden cuando vomitamos y gritamos y escupimos contra el régimen heterosexual. Como si sus egos no tuvieran bastantes caricias y protección en este arrogante mundo heterosexista, algunos heteros creen no ser como los demás. ¿Por qué nuestra ira, causada por su jodida sociedad, debe preocuparse de que no se sientan mal? Dicen “no todos los heteros son/somos malos”. Frasecilla que muchos gays y lesbianas progres citan acríticamente, incapaces de alzarse y violentarse contra aquellos que, en condiciones apenas diferentes, no dudarían en ser sus verdugos. ¿En el fondo, les importa acaso que ese régimen nos joda la vida a las mariconas-lesbianas-estupendas? Cuando nos arriesgamos y funciona, todas se alegran, pero cuando no sale bien, ustedes, travestis integracionistas y gays heterofriendly, se alejan como si tuviéramos sarna.

¡Andate a la mierda, hijo de yuta, colaboracionista! ¿Cómo no alzarse contra los atacantes si somos la inmensa minoría tirada al fuego? Están luchando por su servidumbre como si fuera su salvación. Y pretenden que nosotras hagamos lo mismo.

Los heterosexuales llevan su heterosexualidad como una señal de “Prohibido el Paso” o como un certificado de propiedad y autenticidad. ¿Por qué les toleramos cuando invaden nuestros espacios ocupando ostentosamente nuestras pistas de baile con sus parejas? ¿Por qué permitimos que dirijan hasta festivales Posporno cuando todas sabemos que la pornografía que se consigue en el kiosko de revistas forma parte del régimen heterosexual que nos reduce al estatuto de especie en extinción, a la que miran embobados en la vitrina de la diversidad, vidrio blindado de por medio, no vaya a ser que les ataquemos o les contagiemos algo (cosas que estamos muy dispuestas a hacer en cuanto podamos)?

Los heterosexuales nos escuchan como si nuestras vidas fueran irrelevantes, a medias, como si fuéramos un apéndice de un mundo mucho mayor, del cual ellos son dueños por ley natural, un mundo de poder y privilegios, de leyes de pertenencia, de identidades y exclusión que seduce a algunas de las que se venden al patrón. Hay una certeza en la política del poder: los que están fuera ruegan por ser incluidos, los que están dentro afirman que ya están allí.

Devolvamos el ataque, aunque nos hayan enseñados que los buenos no se enfadan. De todos modos, no nos interesa ser buenos. Vampiras, monstruos, loberías… Eso somos.

La próxima vez que alguien te diga “no te enojes, no seas agresiva, no todos los heterosexuales somos así”, escupile en la cara, contestale que hasta que las cosas no cambien radicalmente, no necesitás más pruebas de que el mundo funciona bajo el Imperio Heterosexual que nos asesina y nos mutila.

El mundo les pertenece a los heteros y odiamos a los heterosexuales y su régimen fascista.

La sexualidad contra el género y la identidad

En una conferencia publicada en 1989 Judith Butler aborda críticamente la problemática de las identidades, a las cuales caracteriza como instrumentos de regímenes regulatorios, que operan a la vez de manera normativa y excluyente, en tanto que categorías normalizadoras a partir de estructuras opresivas, o bien como lugares de reunión para la liberación de dicha opresión. La especificidad identitaria, según este planteo, solo puede ser demarcada por exclusiones que desbaratan su declaración de coherencia. Dicha coherencia aparece definida por el ideal de género, matriz privilegiada de construcción de las identidades mediante una serie de tecnologías y dispositivos sociales, semióticos y biomédicos que inscriben su productividad dentro de los parámetros regulatorios y los márgenes de inteligibilidad trazados por la heterosexualidad como régimen político.

En palabras de Teresa de Lauretis, el sistema sexo / género, en su relación de causalidad definitiva y necesaria, es tanto una construcción socio-cultural como un aparato semiótico, es un sistema de representación que confiere significado (identidad, valor, prestigio, posición en el sistema de parentesco, status en la jerarquía social, etc.) a los individuos de una sociedad dada. El género constituye una compleja tecnología que involucra una ajustada mecánica de poder, un orden normativo y regulatorio que produce material y simbólicamente los cuerpos como “varones” o “mujeres” y que fija una determinada matriz de inteligibilidad para pensar las identidades y las corporeidades que se consideran legímitas, habitables o susceptibles de ser vividas, de las cuales, luego se desprenderá todo un sistema de afectos.

Por otro lado Michel Foucault nos muestra que la tarea fundamental no sería de ningún modo descubrir lo que somos (una identidad estable y definitiva que está reprimida y debemos liberar) sino construir un uso reflexivo de los placeres, en sentido amplio, que incluya una ars o tekné erótica (mucho más que una scientia sexualis), tanto como culinaria y psicotrópica, que apunte e involucre nuevos procesos de subjetivación y la producción de nuevas formas de vida, de nuevos deseos que no pueden ser definidos a priori, aún insondables.

Si bien la sexualidad está atada al orden heterosexual dominante y mayoritario, en su práctica, desborda cualquier narrativa definitiva, y nunca puede ser expresada por completo dentro de una determinada actuación que se pretenda coherente y acabada. De allí la importancia de movilizar contra-placeres, o el uso reflexivo de la sexualidad, susceptibles de atacar ese régimen heterosexual pretendidamente estable, y potenciar formas de vida sexo-afectivas y devenires del deseo fuera de los enclaves disciplinarios de las identidades (sexo / género) normalizadas.

Por su parte, Gilles Deleuze y Félix Guattari oponen a las líneas duras del ser trazadas por las identidades, en tanto que sitio estratégico de reterritorialización de la norma social del Hetero Capitalismo Mundial Integrado (para decirlo en términos ludditas sexxxuales), las líneas de fuga desterritorializantes potenciadas por la activación de devenires minoritarios. El devenir no constituye un punto de llegada, ni una evolución ni algo en lo que hay que transformarse. Tampoco se trataría de una identidad disidente o una mera alteridad opuesta a la norma. No es algo que se produzca al nivel de la imaginación o del sueño. Un devenir no es ni imitación ni responde al orden de la identificación, ni al de la asimilación. Deleuze y Guattari sostienen que el devenir no tiene que ver ni con ser, ni parecer, ni producir, ni equivaler. Por el contrario, el devenir es una expresión relativa a la economía del deseo, cuyos flujos proceden mediante afectos y devenires. El devenir es el contenido propio del deseo, ya que desear es pasar por devenires. Todo devenir forma un bloque que supone el encuentro o relación de dos términos heterogéneos que se desterritorializan mutuamente. Es molecular, minoritario, nómade, y opera mediante la disolución del orden molar de las identidades. El devenir pertenece al orden de la alianza (no de la filiación) y del rizoma (distinto de un árbol genealógico). El devenir siempre es una multiplicidad (a diferencia de las identidades que suponen individuos que las encarnan) y tiene que ver con una micro-política del contagio y de la afectación (la epidemia es anti-herencia: no heredamos la disidencia del movimiento LGTB), entendiendo los afectos no como sentimientos personales sino como potencias de manadas que hacen vacilar el yo.

Siguiendo los argumentos de Deleuze y Guattari, Néstor Perlongher sostiene que una política minoritaria no debería pasar por la afirmación enghettizante de las identidades acompañada por invocaciones ritualizadas a la solidaridad con otros grupos minoritarios ni por la reserva de un lugar -usualmente secundario- en el teatro de la representación política. Por el contrario, debería apuntar al estallido de los modos de subjetivación dominantes y a la activación, fuera de los regímenes normalizadores y reguladores del heterocapitalismo, de devenires del deseo que potencien nuevas subjetividades políticas disidentes y desquicien los cercos disciplinarios de las identidades. Éstas amarran el desarrollo de las potencias de vida propias a un cierto ideal regulatorio que no permite que prolifere nada que no sea acorde a dicha identidad. La identidad, dice Deleuze, aprisiona la vida, prescribe cómo debería ser un individuo, nos dice cómo actuar, por eso pertenece al orden de la moral.

Frente a esto, es menester la producción de una ética que no suponga al deseo como algo natural o espontáneo, mera pulsión primaria incontenible, sino, por el contrario, como una materia resignificable, hasta incluso re-programable. La idea corriente del deseo como energía indiferenciada o como flujo de desorden que debe ser disciplinado, corresponde al deseo tal y como es construido por el Hetero Capitalismo Mundial Integrado. Un deseo tampoco entendido en términos de movimiento hacia algo de lo que carecemos, la tensión de un sujeto hacia un objeto, algo que se manifieste en torno a su falta, a su ausencia, y cuya satisfacción resida en su “posesión”. Para Deleuze y Guattari el deseo está muy lejos de la concepción del psicoanálisis desde Freud, que lo entiende en términos de carencia y representación y clausura, en esta misma operación, su multiplicidad. Por el contrario, ellos hablan de “máquinas deseantes”, que se definen por un acoplamiento, por un sistema de “corte-flujo” que va de afecto en afecto, ya que el deseo produce todo el tiempo, no cesa de producir sus objetos y los modos de subjetivación que les corresponden. El deseo no es la representación de un objeto ausente o faltante, sino una actividad de producción y exploración incesantes, que moviliza a los cuerpos y las cosas no por ellos mismos, sino por las singularidades que ellos emiten y el deseo toma.

Desear implicaría la construcción misma del deseo: formular qué disposición se desea, qué mundo se desea. Reprogramar.

Soltar el odio

En los años 80, cuando gays, lesbianas y trans habíamos inventado otras formas de vida sexo-afectiva y política cuya radicalidad ponía en crisis el orden dominante heterosexual, el Sida cayó como “un regalo del cielo” para proteger la integridad de dicho régimen de poder y “poner en su lugar” a los cuerpos disidentes. El venenoso AZT (una droga ya entonces prohibida en los enfermos de cáncer) fue el arma utilizada para diezmarnos y aniquilar esas potencias de vida radicales.

Hoy en día, el Hetero Capitalismo Mundial Integrado descubrió que, en lugar de reprimir a l*s díscol*s, es mucho más rentable pacificar la disidencia mediante la producción de subjetividad, haciendo deseables determinadas formas de vida que compramos a diario, presurosas, para no quedarnos afuera de la maravillosa normalidad y sus promesas de integración y felicidad. Producción del deseo, entonces, unida a procesos de subjetivación que apuntan a docilizar las fugas-de-la-norma de todo pensamiento que se pretenda radical (o siquiera se atreva a cuestionar el orden dominante), a encausar los descalces críticos de aquellas prácticas y formas de acción que representen algún tipo de peligro para la estabilidad de la straight mind.

Y para aquellas que no se dejan domesticar fácilmente, se tratará de hacerles sus vidas inhabitables, invivibles, invisibles, ninguneadas, apartadas, aplacadas bajo el rumor de “Dejala, es una loca agresiva”. El Hetero Capitalismo Mundial Integrado también ha producido algo así como una “subjetividad policía” en cada un* de nosotr*s, autovigilante y vigilante de l*s otr*s, dispuesta a llamarnos al orden cada vez que nos salimos del sitio que la fila de la hetenormalidad tiene reservado para nuestras identidades. Y si nos portamos bien, quizás hasta nos premie con algo de la mierda desafectada y ulcerante que la cotidianidad de sus vidas mediocres soportan en la cinta de embalaje y producción del heterocapitalismo: casa, perro, maternidad, trabajo, vacaciones, familia.

La producción de subjetividades desafectadas constituye el gran logro del Hetero Capitalismo Mundial Integrado, mediante la producción de un deseo que sostiene y lubrica la ajustada maquinaria del régimen de poder dominante, de cuerpos-zombies desafectados, docilizados y desempoderados políticamente, incapaces de responder con beligerancia a una agresión, porque se les ha gravado en la carne y en los huesos que “no se combate el odio con más odio”.

Esto es un llamamiento, está dirigido a quienes aún pueden oír:

Soltá tu odio. Golpeales con él.

Los buen*s chic*s queer frecuentan las muestras de “arte postpornográfico”, l*s mal*s frecuentan el culo de anormales como nosotr*s

En los últimos años la disidencia sexual queer postpornográfica asiste a una suerte de llamado al orden de la revulsividad de sus devenires monstruosos post-identitarios, que exige credenciales de autenticidad y carta de ciudadanía. Resulta por lo menos curioso la manera en que ciertos cuerpos que se auto-inscriben dentro de la disidencia sexual, reculan a la hora, precisamente, de poner el cuerpo.

Si la heterosexualidad constituye un régimen político disciplinario, de producción y normalización de los cuerpos y de las subjetividades según un ideal regulatorio que invisibiliza su propia condición contingente, algunos cuerpos que se auto-proclaman queer o que auspician a viva voz la disidencia sexual son hoy, paradójicamente, quienes dejan en atroz evidencia la eficacia del orden disciplinario heteronormativo en su hacerse carne.

Este fenómeno de (hetero)normalización conduce finalmente a la tolerancia hetero-friendly: la nueva integración al grito de “Straight is Beautiful” y la cesión sin conflicto de las plataformas políticas de la disidencia sexo-afectiva al orden mayoritario heterosexual. “Go straight to the queer”: un juego de mesa que toda la familia puede jugar.

Siguiendo a David Halperin, no deja de asombrarnos la rapidez con la que la teoría queer se institucionalizó y fue aceptada por la academia, dispositivo que, como sabemos por Monique Wittig, pertenece fundamentalmente al régimen político heterosexual. Se torna sospechosamente extraña esta rapidez si pensamos que la teoría queer sostenía una política radical derivada de su postura anti-asimilacionista, de su abrazo de choque con lo anormal y lo marginal que ahora parece ser canonizado y absorbido mayormente por instituciones de conocimiento heterosexuales, como nunca lo fueron antes de los “estudios gay-lésbicos”. Aparentemente, la teoría prevaleció sobre lo queer, y “si es teoría, razonaron los académicos, es una mera extensión de lo que gente importante ya venía haciendo”.

Se tratará, entonces, de escapar de estos enclaves identitarios que la llamada al orden de lo queer reclama, algo así como movilizar un devenir queer de lo queer. ¿Cómo? no se nos ocurre otra forma que inventando contra-placeres, contra-sexualidades. Esto supone, claro, coger con todo tipo de cuerpos, no solo con aquellos que la hetero o la homonorma territorializan como “cuerpos deseables”. Y coger de las maneras diversas, desgenitalizantes, y abyectas. Exije un cómo, una ética sexo-afectiva de desprogramación, cuestión de activar, desde la invención de nuevas prácticas contra-sexuales, derivas deseantes que fisuren, micropolíticamente, el orden molar de las identidades que la heterosexualidad como régimen político nos bioasignó.

¿El postporno era esto?

………………………………………… […] …..……………………………………

Daniel

Hoy es 27 de Marzo, y tras 3 semanas de agonía, muere en la región ocupada por el Estado HeteroFascista Chileno, el cuerpo sin vida cerebral de Daniel Zamudio, un chico gay de 24 años. Seis horas duró la tortura que 4 heterofascistas perpetraron contra él, en una plaza en pleno centro de Santiago, a las 9 de la noche, sin que nadie viera ni oyera nada. Sus asesinos torturadores no son monstruos “neonazis” (como los calificó rápidamente la prensa y la opinión pública) a ser apartados y estigmatizados, son los hijos normales y dilectos de la heterosexualidad como régimen político, y sus acciones de odio sobre nosotras lesbianasmaricastransestupendas, el producto de familias nucleares heterosexuantes y normales. Para decirlo más claro: son como cualquier hijo de vecino, son compañeros de trabajo y escuela.

A los hijos de yuta cómplices y partícipes de la política heteronormativa asesina y fascista, sepan que desde ahora seremos la peor de las amenazas, que no los dejaremos en paz, que haremos que cada minuto de sus miserables vidas de mierda sea aún más miserable, que nuestro odio y asco será como un río salido todo de su cauce, sin contención. Les declaramos oficialmente la guerra.

El asesinato de Daniel no cree el reclamo (urgente) por una ley anti discriminación y los auspicios pacifistas y bienpensantes de la inclusión y la tolerancia, sostenidos en un mismo coro por heteros progresistas y LGTB integracionistas. Lamentablemente, nada de esto va a frenar episodios como estos, ni tampoco los incontables y cotidianos (y hasta invisibilizados) casos de homofobia, lesbofobia y transfobia, ni la violencia con la que convivimos, diariamente, las monstruas de devenires abyectos del heterocapitalismo, ni los suicidios de adolescentes a quienes se les ha hecho creer que sus formas de vida y de afecto no son posibles de vivirse o habitarse. Daniel y todas nuestras muertas son la dinamita que, de manera radical y definitiva, hará volar por los aires el régimen de poder que produce esas subjetividades fascistas, esto es, la heterosexualidad como régimen político, que produce a los asesinos de Daniel y luego invisibiliza sus propios excesos, condenándolos como un grupo de monstruos “neonazis” fuera de control a los cuales espera castigar judicialmente. Y pretende acallar nuestro odio y frenar nuestra rabia con sus migajas de mierda, sus leyes progresistas e inclusivas y sus celebradas prédicas de paz y tolerancia, para mantenernos en nuestro sitio, no vaya a ser que l*s díscol*s nos pasemos de brav*s y dejemos de ser una amenaza posible, para volvernos una amenaza real y que, políticamente empoderad*s, empecemos a devolver, de una vez y para siempre, cada uno de los golpes e insultos con los que nos hemos acostumbrado a convivir día tras día.

El asesinato de Daniel Zamudio, como el de todas nosotras las lesbianasmaricastransestupendas, que morimos a diario, es la consecuencia de un régimen de poder mayoritario cuyo tejido de opresión y odio no se ataca con mayor representación en el congreso o con la creación de más leyes (promulgadas, por otro lado, por el mismo régimen que nos oprime) y mucho menos con el diálogo o los auspicios de tolerancia e integración. NI UNA MUERTE MÁS. Nuestra respuesta como maricas, putos, tortas, travestis, trans, marimachos, monstruos, vampiras, lobas es salir a la calle, a cara de perro. Se acabó el buen rollo, tolerancia cero. Que nos tengan miedo, que entiendan que lo que está en juego son sus vidas de mierda.

Heterosexuales paridoras de misóginos, criadores de fascistas, novias románticas encubridoras de facistas, madres que piden perdón por lo que ustedes mismas les inculcaron a sus hijos, padres amedrentadores homofóbicos futboleros, caeremos sobre ustedes como Furias, con la alegría descomunal de travestis cuchilleras, de tortas camionabomberamotoquera asesinas, de maricas emplumadas armadas con su sangre. No tenemos miedo de morir como Daniel, tenemos miedo de vivir como ustedes.

Bibliografía

– Butler, Judith. “Imitación e insubordinación de género”, en: AA. VV. Grafías de Eros. Historia, género e identidades sexuales, Buenos Aires, Edelp, 2000.

– Butler, Judith. El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad, Barcelona, Paidós, 2007 [1990]

– de Lauretis, Teresa. “Tecnologías de género”, Diferencias. Etapas de un camino a través del feminismo, Madrid, Horas y horas, 2000.

– Deleuze, Gilles y Félix Guattari. El Anti Edipo. Capitalismo y esquizofrenia, Buenos Aires, Paidós, 2005 [1972]

– Deleuze, Gilles y Félix Guattari. Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, Valencia, Pre-Textos, 2008 [1980]

– Foucault, Michel. Historia de la sexualidad. 1. La voluntad de saber, Buenos Aires, Siglo XXI, 2002 [1976]

– Foucault, Michel. “Michel Foucault, una entrevista: sexo, poder y política de la identidad”, Obras esenciales, Madrid, Paidós, 2010 [1994]

– Halperin, David. “The Normalization of Queer”, en: Gust A. Yep, Karen E. Lovaas y John P. Elia (eds.). Queer Theory and Communication: From Disciplining Queers to Queering the Discipline(s), Nueva York, Hayworth, 2003.

– Perlongher, Néstor. “Los devenires minoritarios”, Prosa plebeya. Ensayos 1980-1992, Buenos Aires, Colihue, 1997.

– Queers anónimos. “Maricas, leed esto: odio a los heteros” (1990), en: Rafel M. Mérida Jiménez (ed.). Manifiestos gays, lesbianos y queer. Testimonios de una lucha (1969-1994), Barcelona, Icaria, 2009.

– Vidarte, Paco. Ética marica, Madrid, Egales, 2007.

– Witting, Monique. El pensamiento heterosexual y otros ensayos, Madrid, Egales, 2006.

Escrito por Ludditas Sexxxuales.
Extraído desde: destructorasdemaquinas

Un comentario sobre “Ninguna agresión sin respuesta. Organizar la rabia, por Ludditas Sexxxuales”

  1. una cosa es decidir cómo orientar tu sexualidad, y morir por ser lo que sea, es una mierda, pero hablan mucho aquí de burguesía ,pero este loco iba a sitios de extracción burguesa como discotecas,etc, está más que bien atacar a lo impuesto, pero los burgueses sean heteros, homos o lo que sea, seguirán siendo burgueses y nuestros enemigos

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