Algunas consideraciones egoistas sobre límites y perspectivas de la lucha de Liberación Animal

No podemos concebir la destrucción de la civilización fundamentando nuestra lucha sobre sus propias bases ideológicas y, en este sentido, la separación entre hombre y naturaleza, tal vez sea la base principal. Mientras se hable de la sacralidad de la vida y se siga viendo a la naturaleza, a los otros animales y a los hombres, como algo distinto a nosotros, no vamos a llegar a ninguna parte. Refundemos nuestra lucha en nosotrxs mismxs, volvamos a considerar a la Naturaleza como el todo del que formamos parte y nuestra lucha individual llegará a ser una lucha real por la liberación del hombre, de la tierra y de los otros animales. Nuestra lucha es por nosotros mismos, es lo que nos da alegría y por lo que nada ni nadie nos puede detener o disuadir.

Últimamente pareciera que no se puede leer ningún periódico de crítica radical -ya sea italiano o de cualquier otro punto del mundo-, sin tropezar con artículos sobre la liberación animal. Esto debería hacernos felices, porque estamos convencidos de que la crítica y el constante cuestionamiento son las herramientas básicas para profundizar en el análisis y afilar nuestras armas, pero desafortunadamente, algunos aspectos poco estimulantes se repiten y tememos puedan llegar a hacer que la confrontación se vuelva menos eficaz y, hasta estéril. En otras palabras, creemos que el objetivo final de cualquier texto debería ser la proposición de nuevas herramientas/estrategias/objetivos y, además, un refuerzo de la lucha antiautoritaria.

Frecuentemente, nos parece que la confrontación entre partidarios y oponentes de la lucha por la liberación animal se ha convertido en una controversia de competencias, donde cada cual critica las posiciones de los demás, sin entender que precisamente en la aceptación y/o respuesta a toda crítica constructiva, es donde radica nuestro mayor crecimiento. Nos sentimos un poco entre el yunque y el martillo al hacer de la lucha por la liberación animal nuestra lucha y ver, a menudo, las limitaciones o desvíos incoherentes que se presentan, sin embargo, como antiautoritarios ante todo, muchas veces no llegamos a entender algunos prejuicios existentes contra la liberación animal que, incluso, llegan a su deslegitimación como lucha realmente antiautoritaria y fundamental en la causa anticivilización y por la Anarquía.

Nuestra intención, al escribir este artículo, no es la defensa de una de las partes ni siquiera la presunción de proporcionar consejos sobre el tema; lo que nos motiva es el deseo de plantear el debate en torno a la liberación animal, para que éste motive el crecimiento y la radicalización de un frente de lucha. Tenemos la mala costumbre de no aceptar la crítica, de estar siempre dispuestos a señalar a lxs otrxs con el dedo y de abandonarnos a la esclerosis de nuestras ideas. Si el objetivo final es la liberación total, lo que tenemos que hacer es ir más allá de los meros conflictos ideológicos, con el fin de volver a plantearnos la única pregunta importante: ¿como golpear donde más le duele?

Muchxs analizan el tópico de la liberación animal partiendo de su supuesto “origen”.

No sabemos si esto puede ser de utilidad para la comprensión de una lucha en gran parte ilegal, difusa y, por lo tanto, en constante cambio y evolución, pero sin dudas no compartimos el hecho de identificar el origen de una lucha real en los textos de un filósofo. En casi todos los análisis que hemos leído, una parte casi inevitable está dedicada a Peter Singer, il filósofo utilitarista que al haber escrito el libro “Liberación Animal“, viene considerándose como el padre de esta lucha. En nuestra opinión, lo único que se le puede reconocer es haber sido el primero en realizar un análisis completo y orgánico sobre por qué algunos sienten la necesidad de luchar por la liberación animal.

Lamentamos que Singer no disponga aún de la capacidad de análisis político o de la tensión antiautoritaria necesaria que le permitan elaborar tesis de mayor peso; la sencillez de sus argumentos si bien se conjugan con nuestro egoismo como motor impulsor de cualquier lucha, incluso, también pueden engarzarse con aquellas posiciones aparentemente “altruistas” del animalismo. Tal vez, se olvida a estos niveles históricos del movimiento algunos aspectos importantes. El primero es que la base de cada lucha es el instinto, cada movimiento se inicia a partir de las ideas básicas o impulsos y, a veces, es sólo en el accionar que se logra afinar el análisis; los filósofos vienen más tarde y se limitan a sistematizar y analizar el por qué y a explixar a tientas -muchas veces hasta a los propios actores de la lucha- las motivaciones y las dinámicas que luego pueden transformarse en un conjunto de ideas concretas o incluso degenerar en una ideología rígida. Además de esto, consideramos que nadie puede ser tan corto de miras como para llegar a negar que, históricamente, el movimiento anarquista a menudo contó entre sus filas con personas que afirmaban la necesidad de ampliar las inquietudes antiautoritarias hacia los otros animales. Por supuesto, no estamos diciendo que para lxs denominadxs “ilegalistas francesxs” la lucha por la liberación animal fuese una prioridad, pero sí quisiéramos subrayar que incluso en aquel entonces ya existían varixs militantes vegetarianxs. En cualquier caso, debe ser reconocida una gran heterogeneidad en el movimiento anarquista, por lo que es difícil tratar de hacer un análisis exhaustivo. Además, la realidad italiana tiene sus especificidades vinculadas al origen principalmente anárquico del movimiento de liberación animal en comparación con otras situaciones nacionales.

En los últimos años se ha producido una fragmentación exponencial entre las nuevas campañas y “corrientes” de pensamiento. A continuación, planteamos algunas observaciones sobre ciertos aspectos que consideramos deben resolverse con urgencia.

La búsqueda de lo sagrado

De acuerdo con ciertxs antropólogxs de los que gustan echar mano lxs primitivistas, la religión no es más que un torpe intento por compensar la pérdida del sentido y el extravió que resultan de la alienación de la naturaleza. Incluso el ingenuo animismo, no era más que el opio del pueblo en embrión para una sociedad ya infectada desde su nacimiento por la soledad y la incompletud que afecta al hombre civilizado, desde el momento en que comenzó a considerar a la naturaleza como algo distinto a sí mismo. Cómo la religión es una mentira y un bálsamo ficticio para nuestros dolores, nosotrxs, como antiautoritarixs tenemos que repetirlo siempre. Todo esto, por lo tanto, contribuye a hacer aún mayor la consternación frente a la mística que a menudo parece afligir a quienes creen en la liberación animal. Desde la empatía instintiva con los otros animales y desde el análisis simplista que concluye que el actual sistema de dominación se basa sustancialmente en el saqueo de los “recursos naturales” y en el abuso hacia otros animales (además de los humanos), se degenera en una nueva moral de índole religiosa, en lugar de proceder a elaborar un análisis más profundo que nos lleve a una lucha orgánica y eficaz contra el dominio civilizador como tal. Darle nombre a esta deriva podría parecer más fácil de lo que realmente es, tal vez es el mayor problema que ocasiona el lenguaje simbólico. Podemos hablar de biocentrismo, antiespecismo, sacralidad de la vida, pero lo que nos interesa no es encontrar un término que podríamos poner en entredicho porque aún se usa con más de un significado, sino identificar sus límites conceptuales comunes para superarlos. Liberadxs del lastre ideológico actuaremos más ágiles en la noche y abandonadas las oposiciones estériles podríamos volver a actuar juntos. En el momento en que abandonamos el instinto para apoyarnos en lo”sagrado”, siguiendo ciegamente los dictados de una ideología que no es otra cosa que una religión secular, nos convertimos en esos elementos viciosos que van a obstruir nuestro actuar. La característica fundamental de cualquier idea que se fosiliza es la aparición de los dogmas. Por lo mismo que “la vida es sagrada”, puede aparecer cualquier afirmación inocua e inmune a consecuencias peligrosas, es justo allí que asciende a dictar la moral, convirtiéndose en síntoma de una preocupante esclerosis. Para un movimiento en lucha la comprobación constante es linfa vital y un dogma es exactamente lo contrario. Necesitamos ideas, no reglas ni conceptos que sólo son útiles para discriminar entre aquellxs que son purxs y quiénes no. Demasiado fácil, consignas que sólo deberían ser símbolo, la simplificación a nivel comunicativo de ciertas ideas, han llegado a ser las tablas de la ley. Respetar la vida y también ser parte del dolor de otras formas de vida no conduce necesariamente a llamarlas sagradas. Una lucha por la liberación animal y contra las substancias nocivas que atacan la vida no tiene necesidad de lo sagrado, únicamente de la determinación de luchar. No considerar “sagrada” la vida no puede y no debe quitarle fuerza a nuestros disparos y tampoco puede ayudarnos mucho en el futuro a no tropezar con el miedo a la violencia. Si, en efecto, nuestra lucha no se basará en la sacralidad de la vida, no tendríamos que afligirnos por encontrar algún resquicio moral cuando se haga evidente que nuestra lucha no puede dejar de contemplar la violencia contra otras personas que son parte de la máquina, del engranaje de la destrucción, pero que también son sujetos vivos. Tal vez, resulta más sutil el desplazamiento que hay en estas derivas del fulcro de la pulsión liberadora. Algunxs afirman que se trata de luchar “por la Vida”, “para la Naturaleza” o “por la Madre Tierra”. Nada podría estar más alejado de la verdad y del presagio de consecuencias negativas que esta afirmación. Cualquier individuo lucha para sí y sólo para sí. Esta obvia declaración debería ser inmune a las críticas porque es sincera y directa.

Luchar para algo más, ya sea la Vida o la Madre Naturaleza, sólo puede quitarle energía y decisión a nuestra lucha, porque tenemos que estar conscientes de que nuestras decisiones podrían llevarnos a pagar incluso graves consecuencias, tales como estar encerradxs en una prisión; por lo que actuar motivado por otra cosa fuera de mí me obligaría a considerar un costo demasiado alto. Pero si actuamos sólo para nosotrxs, por cumplir con nuestro proyecto de liberación individual, no habrá precio, por muy alto que sea, que no valga la pena pagar. Un individuo libre, que eligió actuar, sigue siendo un individuo libre aún tras los muros de la prisión, porque sólo está siguiendo una senda que nunca se detiene. Será el análisis y sin dudas, algún tipo de sensibilidad, lo que nos haga hacernos comprender lo importante para poder ser libres el derribo del entero sistema tecnológico-industrial del dominio de la civilización, que requiere la Unx individuo libre, que eligió de actuar, lo sigue siendo aun dentro de los muros de una prisión, porque esta sólo siguiendo una senda que nunca se detiene. Será el análisis y sin duda algún tipo de sensibilidad, lo que nos hará comprender la importancia que tiene para poder ser libres la destrucción total del sistema tecnológico-industrial de dominio de la civilización, que requiere la constante violación y el cotidiano saqueo de la vida.

No podemos concebir la destrucción de la civilización fundamentando nuestra lucha sobre sus propias bases ideológicas y, en este sentido, la separación entre hombre y naturaleza, tal vez sea la base principal. Mientras se hable de la sacralidad de la vida y se siga viendo a la naturaleza, a los otros animales y a los hombres, como algo distinto a nosotros, no vamos a llegar a ninguna parte. Refundemos nuestra lucha en nosotrxs mismxs, volvamos a considerar a la Naturaleza como el todo del que formamos parte y nuestra lucha individual llegará a ser una lucha real por la liberación del hombre, de la tierra y de los otros animales. Nuestra lucha es por nosotros mismos, es lo que nos da alegría y por lo que nada ni nadie nos puede detener o disuadir.

La búsqueda del individuo puro

Existe entre algunos animalistas una posición que bien cabe definirse como un hábito poco saludable, ya que no puede considerarse una conclusión alcanzada tras un análisis estratégico claro. Más bien, este hábito es hijo directo del reformismo en el que siempre se han encerrado algunas luchas parciales desde hace algunas décadas, se trata de una suerte de regurgitación reformista. De ninguna otra forma se explica el hecho de que sigan considerándose las opciones individuales como armas con un fuerte peso decisivo en la lucha por la liberación animal. No comer animales, no consumir productos procedentes de la explotación animal, así como las decisiones que tomamos como consumidores en el mercado (reivindicando, sin embargo, este papel abominable), al no adquirir productos de empresas especialmente involucradas en la explotación animal (¿qué empresa realmente no lo es?), son todas opciones individuales más que legítimas y aceptables, pero que no tienen ninguna influencia en el nivel de la lucha. Estamos convencidos del valor que las decisiones individuales tienen para nosotros mismos y, nuestra coherencia, es una parte fundamental de nuestro recorrido, pero no podemos pensar que no comiendo carne y/o productos lácteos y boicoteando a determinadas empresas, alcanzaremos el objetivo de liberar a todos los seres vivos de la explotación. Esto es una fantasía mezclada con una gran dosis de superficialidad. La elección personal, necesariamente, tiene que estar acompañada de la lucha real y debe de estar dirigida a destruir al enemigo, saboteando sus instrumentos. La propia existencia de esta sociedad, con sus leyes de mercado, el apetito insaciable del capitalismo, su avance forzado y el propio concepto de civilización, se basan en la explotación. Sea cual sea el papel que decidamos jugar, incluso el de veganos o del consumidores críticos, no quemará por si sólo el teatro de lo existente. Considerar una elección totalmente individual como el boicot a los productos que contengan cadáveres de animales como forma de lucha nos llevará por el lodoso camino del reformismo que individualiza el boicot como la forma más eficaz de lucha, sino es que como la única estrategia aceptada, depositando en la democratización de la sociedad, en las mejoras del mercado y en la humanización del capitalismo, sus objetivos finales.

Estamos convencidos que no habrá liberación animal mientras exista mercado, capitalismo, o cualquier otra forma de sistema socio-político-económico que eleve a unos sobre otros, replicando así el concepto de jerarquía social y biológica que sujeta a todos los animales no humanos al ser humano. Mientras exista la civilización tecno-industrial, ningún ser viviente podrá considerarse libre. Además, confiar en una victoria alcanzada a través del crecimiento progresivo del número de veganos o de consumidores críticos, nos parece de una ingenuidad absoluta. Es no tener en cuenta que esto significaría entrar forzosamente en el terreno de la comunicación de masas, terreno por excelencia dominado por la moderna dictadura democrática, lo que nos abocaría a una derrota inevitable. En cualquier caso, el poder nos dejará espacios para actuar sólo hasta donde nuestro accionar no les preocupe, por lo que deberíamos reflexionar: o no somos eficaces o el poder pasará al contraataque. Entonces ¿no es mejor elegir medios más incisivos que nos regalen más satisfacciones y alegrías?

La búsqueda del suceso

Tal vez, la deriva más perjudicial, es siempre la frecuente degeneración de la lucha de liberación animal en reformismo animalista. Esto es, a nuestro parecer, debido a un grave error de método. Cuando nuestros esfuerzos dejan de estar destinados a la subversión total del existente domesticado y se encaminan al cambio, a las supuestas mejoras de la alienación cotidiana y a la sumisión al sistema tecno-industrial, quizás, algunos de nuestros éxitos pueden parecernos más accesibles, pero al conseguir una cadena más larga ¿no corremos el riesgo de que pese mucho más sobre nuestros cuellos? El sistema siempre accederá a ceder en las concesiones de menor importancia a nuestras demandas para así reforzar su imagen y su dominio cultural, haciéndose más resistente a las críticas y los ataques de aquellos que luchan contra el poder. ¿Realmente creemos que el sistema tecnológico-industrial, basado en el saqueo de todos los recursos y en la explotación de cualquier vida, pueda volver a ser más “verde”? ¿Qué el avance de la civilización que siempre aplastó y aniquiló todo lo que se puso a su paso podría ser más “humano”? ¿Creemos qué el poder, que desde siempre controla, encierra, tortura y elimina a todos los que no se homologan y someten, puede descubrir un día la tolerancia? Si realmente entendemos la lucha de liberación animal como la lucha contra todas las formas de dominación y explotación, nuestros ataques tendrán que estar dirigidos a la civilización tecno-industrial en su conjunto, con sus ramificaciones cancerosas en todos los aspectos del existente. No hay lugar para el compromiso, queremos derribar los bastiones del poder sin quedar aplastados en el intento y no podremos lograrlo mientras continuemos perdiendo el tiempo con innecesarias “renovaciones y restauraciones” de estos edificios en ruinas. Tal vez sería útil, a estas alturas, aclarar que, definitivamente, la Liberación Animal y el Animalismo son áreas muy distantes de la lucha. Mientras que la liberación animal se desprende de la visión general de la lucha contra el actual sistema de dominación y, sobre todo, sin negar el hecho evidente de que no se puede destruir sólo algunos fundamentos de la civilización sin demolerla por completo; el animalismo, en cambio, se limita a esperar que sean otorgados más derechos a los otros animales. Si en el transcurso de las campañas y las luchas específicas, puede parecer que los objetivos parciales animalistas y liberacionistas son comunes, las metodologías y las prácticas están en total desacuerdo, si se tiene en cuenta el objetivo final. Sin dudas, somos vecinos en la lucha, pero ¿estamos seguros que no nos encontramos en lados opuestos de la barricada? Pedirle al poder significa legitimarlo, reclamar derechos quiere decir someterse a las obligaciones, apartar la mirada de la profundidad del abismo en que nos estamos precipitando no frena la caída. Incluso, si creemos que estas campañas pueden ser una gran herramienta, aunque sólo sea para afilar y apuntar aún más, no podemos dejar de considerar una degeneración recolectar las firmas promoviendo el concepto de delegación y haciendo parecer plausible una negociación con el enemigo y negar o ignorar la necesidad de una subversión total contra el existente, eligiendo usar el mismo lenguaje, los mismos medios masivos y la misma parcialidad de quienes quisiéramos ver aniquiladxs, no nos llevará a ninguna parte. Hubo un tiempo en que utilizábamos el eslogan “por cualquier medio necesario” para reivindicar nuestra elección por la acción directa, asumiendo la necesidad de golpear aún con mayor violencia a un enemigo que amenaza con matarnos, con la aceptación de los riesgos y las consecuencias de nuestro accionar. Medios que estaban comprendidos en la puesta en práctica de nuestras ideas. Hoy en día, con un manejo amplio del “detournement” nos ofrecen un claro ejemplo de neo-lengua. “Por cualquier medio necesario” ya no tiene más su significado original –alguna vez tan claro para todos–, al confiarnos en la ambigüedad de una posible interpretación, se convierte en un instrumento de legitimización de todas aquellas prácticas, en algún momento cortejadas por sectores del movimiento de liberación animal y más específicamente caracterizados en aquellos asociacionismos que ofrecen de forma digerible y homogeneizada un desahogo para las contestaciones fisiológicas e inofensivas al sistema. Si realmente creemos que la civilización se basa en la separación de la naturaleza, que el sistema tecno-industrial requiere del despilfarro de las vidas de los hombres, del resto de los animales y de la tierra y que esta sociedad antropocéntrica se base en la creencia de que los otros animales son meros recursos destinados a explotar, ¿qué papel nos queda, excepto el de enemigos jurados del existente en su totalidad? Con un enemigo tan tiránico y despiadado como el nuestro, no tiene sentido limosnear clemencia, pero con la fuerza que estamos dispuestos a expresar alcanzaremos los pequeños logros parciales y sólo nuestra guerrilla conducirá a la victoria final: la destrucción de la Máquina y la liberación animal, humana y de la Tierra.

Acción directa

Como de costumbre, hemos dicho un montón de palabras, pero ¿las conclusiones? Puede sonar trivial y quizás sea obvio, pero nos parece que la única manera de salir del actual vacío de desarrollo y crecimiento, sea comenzar a hacerle frente al sistema de dominación tecno-industrial y hacerlo, convirtiendo las palabras en acciones. Esto no quiere decir que debamos reducirlo todo ahora a una vacía apología de la acción directa, pero trata de ser un intento por recordar por qué siempre la hemos considerado tan eficaz. Por supuesto, no queremos exaltar la violencia ni decimos que sólo las acciones destructivas sean la única forma legítima de lucha, pero no podemos dejar de reiterar que consideramos que la acción directa es más que óptima como forma de comunicación para nuestra lucha, la realización del hecho de nuestros deseos de subversión total contra el existente civilizado. Herramientas como las campañas pueden ser muy útiles, pero deben ser constantemente sometidas a la revisión crítica. Cómplices en este recorrido de investigación y lucha siempre encontraremos, sólo si dejamos de gritarnos encima el unx contra el/la otrx, enfocadxs más bien en tomar el timón y en trazar un nuevo rumbo. La elección descansa entre el inevitable naufragio o continuar el viaje hacia el horizonte de nuestra libertad para el hombre, la Tierra y cualquier animal.

Escrito por Dos humildes marinerxs en el barco de lxs necixs.
Publicado en el número 9 de la publicación anticivilización Rabia y Acción.

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