“El espectáculo (ideologías, cultura, arte, roles, imágenes, representaciones, palabras-mercancías) es el conjunto de las conductas sociales por las que los hombres entran en sistema mercantil, participan en él en contra de sí mismos convirtiéndose en objetos de supervivencia – mercancías -, renunciando al placer de vivir realmente para sí mismos y de construir libremente su vida cotidiana. Sobrevivimos en un conjunto de imágenes a las que nos sentimos obligados a identificarnos. Cada vez actuamos menos por nosotros mismos y cada vez más en función de abstracciones que nos dirigen según las leyes del sistema mercantil (beneficio y poder). Carece de gran importancia que los roles o las ideologías puedan ser favorables u hostiles al sistema dominante puesto que permanecen dentro del espectáculo, del sistema dominante. Sólo lo que destruye la mercancía y su espectáculo es revolucionario.”
La sociedad de supervivencia, Fragmento, De la huelga salvaje a la autogestión revolucionaria, Ratgeb (1974).
Cada vez se hace menos identificable la codificación del poder en los discursos y prácticas que se presentan como antagonistas al status quo -estado de las cosas- pero que resultan ser funcionales a la norma y al panoptismo social (1). Hemos querido servirnos de la teoría situacionista de la “Sociedad del Espectáculo” (2) para construir una (auto)crítica hacia las corrientes revolucionarias y difusoras de algún tipo de anarquismo o viejo comunismo en la actualidad; la problemática que vemos en esto recae en la representación e imagen que los jóvenes (u otros grupos etarios) buscan hacer/construir de la ideología que persiguen, lo cual nos resulta peligrosamente favorable a la sociedad del espectáculo, no solo por la idea misma de perseguir sino porque aquella tiene su mayor soporte en la construcción de imágenes, capitales y representaciones. Entonces al convertir la idea revolucionaria en una “imagen”, está se vuelve funcional a los soportes del espectáculo, lo que en otros términos lo podemos definir como consumible y codificable por el mercado.
Lo que queremos decir con la “construcción de una imagen” y representación de la idea, se trata de una serie de idealizaciones, caricaturas, lenguajes aprendidos, códigos, roles, fetiches, simbolismos incoloros y normas prescriptivas que vuelven a la “idea antagonista” objeto de consumo digerible para el poder. A partir de esto, la desconstrucción de nuestras prácticas y discursos se hace necesario sí se quiere fomentar actos que atenten contra la cultura hegemónica que constantemente busca patologizar o en otros casos codificar alguna practica o discurso marginal con fines normalizadores.
Por otro lado, las ideas que se presentan como antagonistas sí bien construyen un lenguaje que promete “rebeldía” (de la barata y cómoda) nos habla en los mismos términos del poder, por ejemplo se hacen idealizaciones de “amor” -de manera falaz y eufemística se le apellida muchas veces de “libre”- pero sigue los mismos patrones de belleza llevada a una imagen normativa y tiránica, así como mantiene estructuras de instituciones viejas como el noviazgo o la monogamia misma (no queremos hablar en dualidad y proponer la poligamia con esto). Entonces la imagen contemporánea que nos presenta la juventud “rebelde” del amor libre resulta ser una idealización heteronormativa que se sirve de parámetros que presenta Hollywood, esto solo por nombrar un ejemplo. Es así como se encuentra implícito y codificado el discurso normativo y violento del capital en la ideología “revolucionaria”.
Escrito por oplath (escritos contra el imperio)
Periódico anarquista El Amanecer.
Notas:
(1) “El panoptismo es la combinación de tres elementos: la vigilancia, el control y la corrección”. Sugerimos leer “Vigilar y Castigar”, Michel Foucault.
(2) “El espectáculo es el discurso ininterrumpido que el orden presente mantiene consigo mismo, su monólogo elogioso. Es el autorretrato del poder en la época de su gestión totalitaria de las condiciones de existencia. La apariencia fetichista de pura objetividad en las relaciones espectaculares esconde su índole de relación entre hombres y entre clases: una segunda naturaleza parece dominar nuestro entorno con sus leyes fatales. Pero el espectáculo no es ese producto necesario del desarrollo técnico considerado como desarrollo natural. La sociedad del espectáculo es por el contrario la forma que elige su propio contenido técnico. Aunque el espectáculo, tomado bajo su aspecto restringido de “medios de comunicación de masa”, que son su manifestación superficial más abrumadora, parece invadir la sociedad como simple instrumentación, ésta no es nada neutra en realidad, sino la misma que conviene a su automovimiento total.” La sociedad del espectáculo, Guy Debord (1967).
Extraído desde: Periódico El Amanecer