Cuando se promueve una ideología, la gente cae a menudo en la utilización de eslóganes y etiquetas que acaban diluyendo el mensaje original. Esto puede ser claramente observado en el movimiento por el respeto a los derechos de los animales, cuando las personas que forman parte del mismo se llaman a sí mismas “veganas” en situaciones que ameritarían una estrategia discursiva más específica y menos ajena.
Definiciones alternativas pueden ser las descriptivas: «gente con una consideración ética hacia los seres sintientes no-humanos», o por lo menos, «aquellos que defienden los intereses de los animales». Que se nos llamase así sería fantástico, ya que cuando se hablase de nosotros se estaría dando una explicación de qué es lo que estamos promoviendo, forzando a reflexionar sobre lo que proponemos, y haciendo nuestro mensaje comprensible para otros. Sin embargo, tendemos a adjudicarnos etiquetas que permiten a otros hablar de nosotros sin hacer explícito lo que queremos decir.
El término «vegano» es usado con frecuencia (especialmente en lugares como Inglaterra, Suecia o EEUU), y lo que mucha gente entiende con ello (en esos países su significado es más conocido) es que los veganos son aquellos que no consumen productos de origen animal, sin un mayor entendimiento de las posibles razones éticas detrás de tal postura. De este modo, es común que mucha gente diga «No, yo no como huevos porque soy vegano». Eso es justificarse detrás de un término en vez de fundamentarse con un argumento válido. Es como decir que no discriminás a los negros porque sos antirracista. ¿No sería más razonable decir que sos antirracista porque encontrás indefendible la discriminación en base al color de la piel, y no viceversa?
A muchos les gusta ponerse etiquetas para mostrar lo diferentes que son, en lugar de dar argumentos que defiendan su postura moral. Es mucho más efectivo el explicar nuestras ideas que etiquetarnos o dejar que nos etiqueten, porque al hacerlo les haremos ver a otros que tenemos razones para hacer lo que hacemos; que pensamos y llegamos a conclusiones que nos hacen tomar las decisiones que tomamos.
Al definirnos como «vegetarianos», es importante recalcar que no consumimos producto animal alguno. Si la aclaración no puede ser hecha, puede ser una mejor opción usar el término «vegano», pero sólo en los países arriba mencionados; porque en otros lugares casi nadie conoce su significado, y hará que nuestra lucha parezca algo todavía más extraño.
En este sentido, siempre que sea posible, es útil generar la conexión (obvia para nosotros) entre el veganismo o respeto hacia los animales y la dieta vegetariana, para que la gente no piense que se puede ser «respetuosa con los animales» mientras comen productos derivados de su explotación.
Resulta inadecuado el hecho de que muchos vegetarianos (incluyendo a los veganos) digan “No puedo comer eso, soy vegetariano”, como si se tratara de una imposibilidad por cuestiones de salud o de creencia religiosa; en lugar de explicar que es una decisión voluntaria con un trasfondo ético.
Por otro lado, en ocasiones al definirnos como “veganos” corremos el riesgo de establecer una distinción demasiado marcada con los que no lo son, y de que se entienda que proponemos un modelo o estilo de vida específico y excesivamente particularista. Es preferible utilizar dicho término con personas involucradas ya en la lucha.
Extraído desde: Semilla de Liberación