No somos diferentes, sino distintas versiones de una misma naturaleza. Son similares nuestro origen y entorno pero evolucionamos de forma desigual. Tú, con tu conciencia de ser superior, tan rebosante de derechos sobre los que consideras inferiores y tan carente de obligaciones hacia ellos. Yo, de tu misma especie, y si quisiera tan legitimado oficialmente para mostrar esa conducta, no logro ya sin embargo encontrar las justificaciones morales para hacerlo. Y es que no las hay. Las que existen se las inventaron, nos las enseñaron y las asumimos por conveniencia. Es un simple contrato suscrito con la ignorancia cómoda.
No me creo mejor que tú, tampoco más inteligente, sensible o digno. Pero sin duda sí menos dañino. Cazador, torero, empresario que te lucras con el sufrimiento de los animales a través de su piel arrancada, su carne descuartizada, su explotación en circos, su cría y venta, la experimentación, vivisección o cualquier otra actividad científica, lúdica o mercantil: la historia de tu vida contiene el relato del dolor y la muerte de multitud de criaturas. También la mía, es cierto, pero tú jamás aceptaste detenerte para escuchar los lamentos de las víctimas ni miraste hacia atrás para contemplar sus cadáveres. No parece importarte el precio que otros pagan por ti y por eso es difícil, muy difícil, que admitas que te puedes estar equivocando.
Y te dará igual lo que yo diga. También te piensas superior a mí, a todos los “idiotas infelices” o “peligrosos antisistema” que nos ponemos en el lugar de un perro, un toro o un cerdo; a los que nos embadurnamos con pintura roja o nos introducimos en jaulas. ¿Y sabes por qué lo haces? Porque siendo capaz de edificar tu propia libertad sobre el padecimiento de otros seres, estás absolutamente negado para aceptar la suya – una libertad vital – en igualdad de condiciones y sin que interfieran entre sí. Lo contrario es una perversión y abrazado a ella pasas tus días. Hablo de su derecho a vivir o a no ser torturados ni encerrados. Muy poco comparado con lo que tú tienes, pero para ellos todo. No necesitan más y hasta eso les robas.
Por tal razón continuarás como actor participando en la explotación y muerte de seres vivos. – “Animales” – los llamas, y ese término contiene para ti los anestésicos que precisas para no sentir empatía, lástima ni remordimientos con su angustia. Prácticamente para no verlos. Y es que quizás prefieras no hacerlo porque te da miedo enfrentarte a sus miradas y a las preguntas mudas que en ellas habitan.
Soy yo el que cambió, es verdad. Antes estaba entre los tuyos y los otros eran minoría. Hoy nos veis crecer en número porque muchos escogimos detenernos a escuchar y observar el rastro de sangre que íbamos dejando. Y no os gusta, sé que os perturba esa progresiva inversión en la correlación de fuerzas. Pero el respeto al bienestar de las víctimas, pesa más que vuestro malestar al comprobar cómo se estrecha el cerco a la impunidad de la que gozáis para maltratarlas y acabar con ellas cazándolas, lidiándolas, desollándolas, alanceándolas, estabulándolas, diseccionándolas en vivo… Mil nombres para un mismo sufrimiento.
Julio Ortega Fraile
Delegado LIBERA! Pontevedra
www.findelmaltratoanimal.blogspot.com