Como activista por la liberación animal, atea militante y demás peculiaridades ideológicas molestas para el personal, muchas veces en mi vida he sido calificada de “intolerante”. Estoy segura de no haber sido la única, a menudo se acusa a los activistas de pedir derechos para alguien -homosexuales, personas de color, mujeres, animales- pero no respetar otras posturas. Esto es visto como una incoherencia del movimiento en cuestión. La razón para ello es que se entiende que el respeto es siempre algo positivo y la intolerancia siempre algo negativo. Esta es una idea que merece ser examinada con algo más de atención.
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