>Una sociedad especista y obsesionada con la carne

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Últimamente mas gente ha empezado a manifestar el interés con respecto de donde proviene la carne que comen y como fue criada.

Muchos se preguntan si ¿fueron animales tratados de forma humanitaria, o si tuvieron una buena calidad de vida? Pero otras no, solo se enfocan en como fue tratado el animal antes de llevarlo a la mesa, si no en si este es bueno o malo para la salud, si le introdujeron hormonas o antibióticos.
Pero ninguna de las interrogantes se detiene a pensar sobre si es correcto matar un animal para el consumo humano, incluso ahí una infinidad de respuestas ingeniosas que intentan justificar la muerte y el consumo de animales. Los veganos estrictamente son criticados por el hecho de hacer equivaler la manera en que nuestra sociedad trata a los animales con un genocidio. ¿Puede ser comparable el sufrimiento animal con el sufrimiento humano? Las respuestas generalmente son de dos modos.

Algunos sugieren que solo los seres humanos están hechos a semejanza de “dios”, por tanto están mas cerca de la divinidad, de acuerdo con este pensamiento, los animales pueden ser usados para uso y explotación sin escrúpulos para la satisfacción de necesidades y deseos. Donde en la Biblia se encuentra los escritos de filósofos cristianos como Agustín y Tomas de Aquino para este modo expresamente antropocéntrico de despojar de valor la vida de los animales.
Otros argumentan que la capacidad humana para pensar nos hace capaces de sufrir de una manera que excede el sufrimiento de cualquier animal no humano.
La respuesta mas aguda e inconformista a este tipo de razonamiento proviene del escritor Isaac Bashevis en su cuento ‘El escritor de cartas’ en el que llamó al sacrificio de animales la «Treblinka eterna». El cuento describe el encuentro de un humano y un ratón, donde el humano concluye que ahí un vínculo esencial entre su propia existencia como «hijo de Dios» y la «criatura divina» que corre frente a él en el suelo. Piensa que el ratón tiene alguna capacidad de pensamiento y de sentir amor y gratitud hacia el. No solamente como mera satisfacción de deseos humanos ni de ser exterminado; esta pequeña criatura posee la misma dignidad que un ser sensible. Es por eso que el autor concluye que frente a esa dignidad inherente, la práctica humana de llevar animales en forma de alimento a la mesa es aborrecible e inexcusable.

Muchas de las personas que denuncian la manera en que tratamos a los animales durante su crianza para el consumo humano, no se detienen nunca a pensar sobres esta profunda contradicción. En lugar de hacer eso, hacen llamados fomentando la producción y crianza de carne de forma mas “humana”. Donde gente apacigua su conciencia comprando o consumiendo solamente aves o huevos de granja, sin saber si realmente son criados en granjas o simplemente engañados por los productores. Pero incluso si es de granja, aun vive una vida de dolor y encierro que termina con el cuchillo del carnicero.
¿Cómo puede gente inteligente que dice estar profundamente preocupada del bienestar animal y que respetan la vida hacer la vista gorda ante semejantes prácticas? ¿Y cómo puede la gente seguir consumiendo carne cuando se enteran de que casi 53 mil millones de animales terrestres son sacrificados cada año para el consumo humano? La respuesta más simple es que a la gente no le importa la vida ni el destino de los animales. Si les preocuparan tratarían de saber todo lo posible sobre el maltrato que produce nuestra sociedad sistemáticamente, y tomaría una decisión que a la vez es fácil y difícil: renegar el consumo de productos animales de todo tipo.

La parte fácil consiste en considerar las exigencias de la ética y ponerlas en práctica y la parte difícil es que no has vivido realmente sino cuando tratas de funcionar como un vegano en una sociedad obsesionada con la carne.
Las que antes eran las actividades más simples se convierten en una prueba permanente. Podrías pensar que se trata solamente de eliminar la carne, los huevos y los productos lácteos de tu dieta, pero en realidad es mucho más que eso.
Para ser un vegano de verdad se requiere evitar todo producto animal, y esto incluye evitar materiales como el cuero, la seda y la lana, así como toda una gama de cosméticos y medicamentos. Mientras más exploras, más sabes sobre productos que nunca hubieras pensado que contenían o implicaban componentes animales en su producción -como el vino y la cerveza (la ictiocola, una especie de gelatina derivada de la vejiga de los peces, se usa a menudo para refinar o purificar estas bebidas), el azúcar refinada (a veces se usan huesos carbonizados para aclararla) o tiritas (se usan productos animales en su adhesivo, presentes en la mayoría de las hojas de afeitar)Los retos a los que debe someterse un vegano no solo es con elementos básicos con la existencia material, sino también conlleva a algunas dificultades sociales por el hecho de expresar el rechazo a alimentos y productos con contenido animal.
No nos engañemos, los consumidores de carne son personas que se creen moralmente superiores, por el hecho de usar animales como fuente se satisfacción. No solamente como alimento, sino también como bestias de carga, como materias primas y como fuente de diversión en cautiverio que es como son tratados los animales en zoológicos, circos y cosas parecidas.
Estos usos de los animales están tan institucionalizados y normalizados en nuestra sociedad que es difícil ver lo horrorosos que son como formas de sometimiento, de servidumbre y en el caso del sacrificio de animales para consumo humano y otros propósitos de descarados asesinatos.

Hemos sido formados en una sociedad conciente que vemos a los animales como recursos que tenemos derechos a emplear del modo que creamos conveniente para satisfacer nuestras necesidades y deseos.
Piensa en esto cuando estés comprando tu carne, pescado o vayas al circo. Gracias a nosotros, seres humanos «inteligentes y piadosos». El animal no humano todo lo que tuvo fue una vida breve y miserable.